¡Bienvenido, Minguito!

 

A Domingo Polonia Castro, conocido como Minguito por sus familiares más cercanos, siempre le albergaba la idea de volver a República Dominicana. Luego de pasar 20 años en Holanda, trabajando en un barco pesquero, su corazón guardaba el anhelo de regresar.
 
La vida no había sido fácil para nuestro protagonista. 20 años aguantando el mismo barco, los mismos peces, la misma gente sin el calor de los suyos y el frío eterno que le helaba hasta los huesos.

Minguito estaba acostumbrado al calor de su tierra. A la alegría de la gente de su pueblo en Barahona; a la comida deliciosa que con gusto le preparaba su esposa y lo único frío que aceptaba, cuando estaba en Quisqueya, era una buena cerveza.

 

Por eso, nuestro héroe se esforzó en ahorrar lo más que pudo. Incluso dejaba de comer algunas veces a la semana, todo para lograr la meta de regresar.

 

Y nuestro Minguito la logró. Reunió una modesta suma para su retiro a la isla. Le dijo adiós a Holanda, con sus barcos pesqueros, tulipanes, molinos de viento, y zuecos.

 

¡Quiero morir en Barahona!, pensaba Minguito mientras abordaba su vuelo de regreso. 

 

Su corazón brincó de alegría cuando alcanzó a ver las casitas de madera desde la ventana del avión. Con sus techos de zinc brillando al sol del Caribe, hicieron recordar a Minguito su propio hogar, en el que se había criado. ¡Llegó Minguito!, parecían gritar, con sus graciosos movimientos, los cocoteros. 

 

Grande fue la alegría de su familia al verlo llegar. Nuestro protagonista aspiró con fuerzas el aire tropical.  ¡Al fin! —dijo Minguito —¡Al fin regresé! a mi patria.