El verso maldito le canta a lo no convencional

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Indhira Suero
Pastor de Moya toma lo cotidiano y le da vueltas a su antojo. Una y otra vez demuestra que para hacer poesía no se necesitan muchos artificios y palabras rebuscadas. Con su texto atestigua que para crear arte lo único que se precisa en estos tiempos es saber escribir sin ataduras y estar dispuesto a que te digan “loco”.

En “La Piara”, su más reciente escrito, ofrece una opción para aquellos que viven la poesía y que desean que reviva en el ámbito dominicano. Con su toque atrevido y a veces irónico, presenta la muerte desde otro punto de vista: el entierro de un cerdo en una comarca cualquiera.

El muertico
Mediante el velatorio de un cerdo, Pastor de Moya juega con las palabras y las metáforas. Un estilo peculiar le sirve, en esta ocasión, para captar, paso a paso, el velatorio de un animal que ha pasado a formar parte del folklore dominicano:

“Le rinden los honores correspondientes; mientras todo esto sucede, reparten  recordatorios con la foto de tan distinguido animal, en medio del llanto de los amigos y familiares más cercanos, a la vez, como siempre ocurre, que en un grupito de los presentes se toman unos tragos de ron y relatan alguna anécdota sobre la vida del puerco o cualquier otra banalidad”.  

“Dicho personaje comestible, dorado por el fuego de la leña y la vigilia, descansa en un ataúd. Sus únicos accesorios son: una corbata o corbatín (blanca o rosa) una manzana en la boca, algodones que le tapan las fosas nasales y unos lentes para protegerse de la claridad del sol o de la vida”.

La vida

Su genialidad radica en que con su estilo único puede reflejar a la vida misma. Pastor de Moya no es un irreverente o un loco que escribe sin sentido, sabe muy bien lo que hace y lo que hace lo hace muy bien:

“La dureza es un decir de lo vivido. Somos ostras de los cienos, acciones que van y regresan hacia ninguna parte”.

¿Quién sabe del mañana? ¿Quién orinará en esta fresca paca de hierba? Somos manjares en un simulacro de cielo.

“La vanidad por haber logrado tanta felicidad se apoderó del país más poderoso de la tierra. Sus científicos estaban orgullosos. Se ufanaban de haber logrado un paliativo que le otorgase la tranquilidad definitiva a sus hermanos… Solo se le advertía que apareciera, claramente consagrada, en la ley de leyes, la exclusión categórica de individuos socialmente peligrosos, tales como: los locos, los brujos, los santos, los artistas y los mancos”.

Pastor de Moya es ganador del Premio Internacional de Cuentos Casa de Teatro (1993, 1996 y 200), Premio Anual de Cuento (2003), Premio Especial  del Jurado en el Festival Latinoamericano de Cine y Vídeo de Buenos Aires (2004) y Premio Internacional de Arte Miniaturas en Portada (2006).

Texto original:  http://www.listin.com.do/ventana/2011/5/6/187156/print