La Marimanta

 

Pedrito no pudo dormir toda la noche. Llevaba tres días seguidos sin conciliar el sueño. Daba vueltas y vueltas en su hamaca, con miedo de que llegara la marimanta. Su abuela le había dicho que las marimantas llegan de noche envueltas en una sábana y salen a recoger a los niños malcriados para llevárselos. Pedrito no quería que se lo llevaran. Pero no se había disculpado con el abuelo por faltarle al respeto.

 

Todavía recordaba cuando Don José le pidió recoger el cubo de leche que recién había ordeñado. De muy mala manera, Pedrito le dijo que no. Estaba cansado de ayudar al abuelo. 

 

La misma rutina todos los días. 

 

Tener que levantarse cada madrugada para acompañarle a trabajar. Lo que quería Pedrito era quedarse en su hamaca y esperar a que su abuela le llevara un chocolate caliente. Hecho a base del cacao que Don José cultivaba en la finca del patrón.

 

Pero no.

 

Su abuelo quería que se levantara y fuera a trabajar. Y por eso le respondió de mala manera.

 

Después de todo, Pedrito se sintió muy mal. Quería mucho a su abuelo. Él siempre le acompañaba a volar chichiguas, lo ayudaba a atrapar peces en el río y le contaba historias de sus tiempos de juventud.

 

Justo cuando iba a tratar de dormir, la marimanta llegó. Entre gritos de terror sintió que nunca volvería a ver a los suyos. Suerte que su abuelo llegó y le pidió a la marimanta que se lo entregara.

 

Porque de ahora en adelante, Juancito se portaría bien.