Maternidad en el arte dominicano

ImagenCuadro de Amaya Salazar

 (+) La pintura dominicana siempre ha dedicado varias de sus mejores obras a las madres

Indhira Suero
Santo Domingo

El arte siempre tiene presente a las madres. Ese ser que ocupa un lugar distinguido en el corazón de la mayoría sirve de inspiración para los artistas y, en el caso de la pintura, muchas de las obras más famosas la tienen como protagonista al presentarla con cierta delicadeza, intimidad y ternura.

Desde Rembrandt van Rijn, Dante Gabriel Rossetti, Vincent van Gogh, Paul Cézanne, Henri de Toulouse-Lautrec, Pablo Picasso, Frida Kahlo hasta David Hockney,  los grandes pintores se inspiraron en las mamás para dar vida a varios de sus cuadros más representativos.


Incluso,  el libro 40 grandes artistas retratan a sus madresdestaca que la historia del arte —en especial desde el siglo XV hasta el XXI— está salpicada de  más retratos maternos que paternos.

República Dominicana no se queda atrás. Para los dominicanos la madre merece respeto y admiración. Entre los maestros de la plástica que han tratado esa temática con mayor relevancia destaca Cándido Bidó, en cuya producción artística sus “damas de la isla” aparecen acompañadas de uno o más hijos quizás como forma de rendir honor a su progenitora quien lo crió sola después de la muerte de su esposo.

“Mis hermanos estaban pequeños y mi mamá trabajaba de cocinera para ganar seis pesos mensuales. Y cuando ella llegaba a la casa con un poco de comida pensando en que no habíamos comido, ya yo había cocinado aunque fuera un disparate, pero le quitaba esa preocupación de encima”, narraba Bidó en una entrevista.

Fernando Peña Defilló, figura emblemática de la pintura nacional, aportó un carácter social al tema maternal al presentar las obras maestras “La madre y el reo” (1970) y “Familia dominicana” (1972) en las que saca a las mamás de un ambiente idealizado y las sumerge en la miseria, el dolor, la injusticia y la muerte.

Por ejemplo, en “La madre y el reo” presenta a dos personajes: una madre con expresión triste y su mano izquierda se encuentra sobre el hombro del hijo, que está vestido con un uniforme de reo donde se distingue el número de identificación 10840.

Por otro lado, el escultor Antonio Prats-Ventós —quien llegó llegó desde España a Santo Domingo en 1940, a la edad de catorce años— trabajó una “pintura monumentalista y ornamental de carácter figurativo, en la que registró un arquetipo idealizado de la mujer criolla, tocada con turbantes de colores en distintos diseños de telas que resultaban el punto de mayor impacto”. Un aspecto que llama la atención en sus trabajos es la forma en que presenta a la madre dominicana, con una mezcla de sincretismo, religiosidad y mulataje.

También la artista Amaya Salazar se inspira por la figura femenina y por las imágenes de la madre y el niño al presentarlos en ambientes místicos y mágicos donde la luz y la flora de las Antillas están presentes.

Otro enfoque
La ganadora del Gran Premio Eduardo León en el 2006, 2008 y 2012, Raquel Paiewonsky es otra artista que trata el tema en sus obras. En la fotografía “Sembrada” (2004), un autorretrato de la artista mientras estaba en etapa de gestación, combina la etapa del embarazo con la naturaleza.
Mientras que el pintor Dagoberto Domínguez Gálvez presenta a una madre con toques futuristas y religiosos al emplear los recursos plásticos de la pintura contemporánea en su cuadro “Maternidad”.   
Otros que dan vida a este personaje mediante sus pinceles son Abelardo Rodríguez Urdaneta, Clara Ledesma, Teté Marella, Nidia Sierra, Noris Englund, Werner Olmos (en sus pinturas pone de manifiesto la ternura y melancolía que evocan las madres) y Gustavo Serra (“Maternidad”, “Día en la playa” y “Mamá peinando”).

Tatica
Una pintura merece especial atención: el cuadro de Nuestra Señora de la Altagracia que aunque no sea autoría de un dominicano —se afirma que su origen se remonta a España —logra representar a la madre espiritual de nuestra nación.

Este lienzo, tipo «Belén», con influencia flamenca, típico de los siglos XV y XVI, muestra “la escena del nacimiento de Jesús; la Virgen, hermosa y serena ocupa el centro del cuadro y su mirada llena de dulzura se dirige al niño casi desnudo que descansa sobre las pajas del pesebre.  La cubre un manto azul salpicado de estrellas y un blanco escapulario cierra por delante sus vestidos”.

Sin lugar a dudas, amor, unidad familiar, ternura, lealtad, comprensión, honestidad, sabiduría, ética, solidaridad,  tolerancia,  respeto, justicia, paz y solidaridad son algunos de los valores que representan a estas “dadoras de vida”.
Tal y como explica Mariana Guedes Bahía, especialista en psicología familiar, por la excepcionalidad de su vínculo, la madre ha sido siempre la más privilegiada fuente de validación del individuo. En especial, de los artistas.
 
Por dentro
De acuerdo a la historiadora Juliet Heslewood, las madres aparecen retratadas en muchas ocasiones con un realismo honesto, incluso brutal. Rara vez se pintan jóvenes. La fisonomía de una mujer mayor tal vez no sería lo que a ella le gustaría ver en el espejo, pero el artista está preparado para revelar la verdad de los cambios de la naturaleza (aunque el rostro pertenezca a su progenitora).

La desagradable realidad de la muerte también tiene su papel en los retratos de las madres. Imaginamos con cierta alarma el deseo del artista de captar la imagen de una madre moribunda o incluso muerta.