Por el mundo

Desde 1900, los literatos dominicanos en el extranjero enfrentan varios obstáculos. A pesar de la lucha, algunos afirman que «el exilio ha sido una parte significativa en la vida de muchos escritores».

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Con la salida de los hermanos Pedro y Max Henríquez Ureña, entre otros escritores, empieza el proceso migratorio de los intelectuales dominicanos hacia otras latitudes. De acuerdo al ensayista Franklin Gutiérrez, tres razones produjeron la salida de representantes notables de la cultura entre 1900 y 1960. 

(MENCIÓN DE HONOR PREMIO PERIODISMO RAFAEL HERRERA 2014)


Primero, el descalabro económico, el malestar político y el desconcierto moral legados al país por el tirano Ulises Hereaux; segundo, el incremento de la emigración europea hacia Norteamérica y, tercero, la persecución ideológica ordenada por el dictador Rafael L. Trujillo. 

Entre los intelectuales que emigraron hacia los Estados Unidos, figuran Francisco Henríquez y Carvajal; Fabio Fiallo; José M. Bernard, Manuel Florentino Cestero, Jesusa Alfau y Manuel de Jesús Galván (los últimos cinco, se integraron a la dirección del semanario neoyorkino Las Novedades). 

A partir de 1960, la situación se modificó con el asesinato de Trujillo y la Guerra de Abril de 1965. El sentimiento de inseguridad, junto a la crisis económica, motivó a que cientos de nacionales emigraran a países como Estados Unidos y Venezuela.

En la década de los 70, la presencia de la literatura dominicana en EE.UU. no fue notoria, “dado que un número considerable de ellos provenía de zonas rurales del país, generalmente con una formación académica muy limitada”. Según Gutiérrez, “la década de los ochenta marca el despegue de la literatura de la diáspora dominicana newyorkina”. Más adelante, a partir de los 90, se define la presencia de los novelistas y poetas en la Gran Urbe y los autores presentan “un marcado interés por la problemática propia del espacio geográfico y social donde desarrollan sus vidas cotidianas”.

New York, New York…
“Soy hija de exiliados políticos que vinieron a EEUU durante la dictadura de Trujillo. He vivido en este país desde 1939”, relata la poeta Rhina Espaillat.

A pesar de haber pasado la mayor parte de su vida en territorio estadounidense, Espaillat no duda en declarar que el idioma, ante todo, es una necesidad para abrirse paso en cualquier medio, y sobre todo para quienes viven de la palabra. “Me parece imposible el éxito sin manejar el idioma de la mayoría que nos rodea. Pero eso debe lograrse sin perder ni olvidar el nuestro, y tratando ambos siempre con el respeto que merecen: es decir, adherirse a la gramática, la sintaxis y el vocabulario de cada idioma, sin mezclar ni valerse del llamado Spanglish”, subraya.  La autora destaca que de sus 12 libros, sólo dos se han publicado en RD. “La mayoría de mis premios los he ganado en EEUU, por obras escritas en inglés, o por traducciones. Para mí ha sido un honor inesperado lograr ser reconocida como escritora dominicana, después de una ausencia tan larga de mi tierra natal”.

Para Tomas Galán, el molino está en pie y el escritor es el brasero moderno. “No podíamos dedicarnos a tiempo completo a nada, ni a amar ni a trabajar ni a cuidar a nuestros hijos y mucho menos a vivir. El batey no nos da vales, pero nos entrega a una virtualidad que nos segrega del American Dream”, dice el autor al referirse al “pluriempleo” que debe de enfrentar la mayoría de escritores. 

Galán no cree que los dominicanos en el exterior publiquen más libros en RD que en el país que residen. “La marginalidad artística, cultural y literaria cuenta con opciones que no teníamos hace diez años. El empobrecimiento general y la aparición de un sistema global de editoriales alternativas garantizan factores como la rapidez, promoción a través de las redes sociales y costos muy bajos, tan bajos que resultan hasta ridículos”. 

Al igual que muchos escritores, el exilio económico fue una de las principales razones por las que el cuentista Leonardo Nin decidió irse a vivir al extranjero. “Luego, la oportunidad de ver el mundo que describo desde afuera, como aquel que pertenece y a la misma vez, sólo habita en esa parte etérea de una memoria dividida en dos. Siempre buscando el sabor agrio de los destellos de recuerdos en cada cosa que me recuerda la isla, aun cuando éstas, sean cosas que antes no me gustaban”, refiere.

El autor manifiesta que a los dominicanos les persigue el estigma del inmigrante. “Imagina siempre tener que probar que somos más que bachata y pelota o cuando te dicen: ‘No pareces dominicano’ cuando escucho esto yo hago una pausa y me pregunto si en verdad nos conocen y eso me obliga a escribir aún más de esta cultura hermosa, llena de tradición y belleza”.      

Otras latitudes
Al carrito destartalado de la esperanza y de los sueños utópicos del escritor Miguel Ángel Fornerín se le había acabado la gasolina. A partir de ese entonces, decidió echar raíces en Puerto Rico.

Según expone, el género más cultivado por los escritores dominicanos en La isla del encanto es la desesperanza. “Un nuevo género literario. Pues de los clásicos y modernos… el ensayo y la poesía. Ensayista es Eugenio García Cuevas, uno de los mejores de la generación de los ochenta. También escriben ensayos Pedro San Miguel y Giovanni Di Pietro. Carlos Roberto Gómez Beras es poeta. Doris Melo, es estudiosa y poeta.  De Gómez Beras, Viaje Al corazón del hombre es uno de los mejores libros de poesía que he leído en los últimos años. También escribimos cuentos y novelas”.

Fornerín enfatiza que en Puerto Rico las ediciones son muy caras, aunque, en su caso, ha obtenido mucho apoyo universitario para la publicación de sus textos: “Tanto Eugenio, Di Pietro y Carlos Roberto Gómez publican sin estar anotados en el presupuesto nacional. En fin, es la nuestra una literatura que se vale por sí misma”
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Al igual que Fornerín, la escritora Ariadna Vásquez optó por residir en un territorio distinto a EE.UU. “En México los círculos de escritores son muchísimos y yo siempre he sido bastante tímida, sobre todo para mercadearme (mejor digo nula); sin embargo he logrado publicar aquí más que en Santo Domingo y todo me ha llegado sin que lo haya estado persiguiendo, me siento muy dichosa en ese sentido”, dice. “Por otro lado, vivir en el extranjero te ofrece una perspectiva distinta para mirar hacia la isla y eso me parece interesante para un escritor, cambiar de ángulo es refrescante, también conocer gente de otra ciudad distinta a la tuya, de otro país, acercarse a otras problemáticas de vida, otro orden, un ritmo distinto de movimiento”, agrega. 

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EN FEMENINO

Daisy Cocco de Phillips

Autora de los textos, “Desde la diáspora: selección bilingüe de ensayos” y “Combatidas, combativas y combatientes: antología de cuentos escritos por mujeres dominicanas”. Se ha destacado por realizar compilaciones que “resaltan el quehacer literario de la mujer dominicana, tanto en los Estados Unidos como en la República Dominicana”. 

En el extranjero
“En los Estados Unidos, especialmente en Nueva York, existe un público considerable que consume la literatura dominicana.”, expresó Cocco en una entrevista realizada por LISTÍN DIARIO en 2007. “Se destaca en este grupo, el profesorado y el estudiantado universitario”, explicó la autora. De acuerdo a sus declaraciones, el solo hecho de poder entrar en el curriculum universitario le garantiza a un escritor o a una escritora la venta de sus libros y un espacio en la conversación de las letras universales. 

“En las bibliotecas universitarias se pueden encontrar como obras de consulta a autores dominicanos como Julia Álvarez, Pedro Mir, Manuel del Cabral, Aída Cartagena Portalatín, Chiqui Vicioso, entre otros, y eso de por sí es un logro”, comentaba Cocco. Según la investigadora, hay un gran interés de parte de los dominicanos en los libros y en todas las manifestaciones culturales de su país de origen: “Es una manera de sentirnos parte de nuestra propia identidad y de pertenecer”.

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