¡Que vivan los Yunaire!

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Lo primero que hizo Wilson Puello Montero, conocido como “Willy el Muerto” por sus vecinos de Bayaguana, al llegar al Bronx fue hacerse un tatuaje bien grande en la espalda que decía “Ai love New York”.Y es que, mis queridos negritos, desde niño nuestro protagonista soñaba con viajar a la Gran Manzana y regresar a su pueblo lleno de cadenas y guillos de oro.

Este héroe veía como cada Navidad llegaba Don Papo, el papá de su mejor amigo Papito, lleno de regalos para toda la familia y con la cartera full de dólares que, incluso, regalaba a los niños del barrio el Día de Reyes.


Willy el Muerto siempre quiso ser como Don Papo. Se sentía avergonzado de su familia, pobre y campesina.
Recordaba con exactitud cómo se le llenó de rabia y dolor el corazón cuando luego de haberle ganado a Papito en un juego de bitillas, este le dijo que eso no le importaba porque, total, al final del día él era hijo de un campesino que vendía plátanos en el mercado.

Desde ese momento nuestro héroe se prometió que iba a llegar a Nueva York y que conocería la nieve. Volvería cargado de regalos para todos y le restregaría a Papito en la cara hasta dónde había llegado. Ya se imaginaba a su amigo cuando lo viera llegar en una yepeeta de último modelo, tirando dólares por la ventana.

Pero, mis amados negritos, el sueño del pobre no dura mucho. Después de unos meses en la ciudad que nunca duerme, nuestro Willy se dio cuenta de que las cosas no son como la pintan. El frio le helaba los huesos, la comida le sabía a plástico y por más que trabajara lo poco que ganaba no le daba ni para un guillo de oro.  

Texto publicado en Ventana, de Listín Diario: 
¡Que vivan los Yunaire!