Y es que, mis queridos negritos, a nuestra niña un día la pararon unas vecinas, le tomaron los dos moñitos que con tanto amor le había hecho su mamá y comentaron que “aunque Yosalindi tenía una carita pasable lo que la dañaba era el cabello, pero que se podía arreglar si se ponía extensiones y se alisaba».
Desde ese día nuestra Yoli no descansó. Rezaba cada noche a la virgencita, lloraba a su madre para que le comprara el “pelo virgen de la India”. Ella misma lavó y fregó en casa de los vecinos para ahorrar y comprarse un pote de alisado, pero su hermanito enfermó y tuvieron que usar ese dinero para medicamentos.
El día de su cumpleaños Yosalindi se levantó con dos lagrimones. Después de tantos problemas estaba segura que no le regalarían nada. Pero Dios no se olvida de sus hijos. Grande fue su sorpresa cuando vio un gran pote de alisado y un paquete de pelo número 24, fruto del trabajo arduo de su madre que lloraba al ver a su hija feliz.
Que triste! Libertad de pelos para nuestras niñas!!
De acuerdo contigo!!