Retos presentes y futuros de la República Dominicana

EL LLAMADO “PESIMISMO DOMINICANO” SE HA CONVERTIDO EN UN MAL QUE HA AFECTADO A LA NACIÓN DURANTE DÉCADAS Y ATENTA CONTRA EL DESARROLLO MORAL, SOCIAL, POLÍTICO Y ECONÓMICO

Indhira Suero
Santo Domingo

La historia se repite cada día. En casa de “Josefa”, su abuela recuerda los tiempos cuando se gobernaba con mano dura, y como si fuera una letanía dice que esto no lo arregla nadie, que vamos para atrás, como el cangrejo, y que a este paisito le echaron “mal de ojo”.
“Josefa”, como muchos dominicanos, creció entre apagones, corrupción, pobreza y abusos de autoridad. Las palabras de su abuela vienen a reafirmar lo que desde pequeña ha creído: vive en un país sin arreglo, lleno de gente que no sabe organizarse y donde hay que mantenerse “chivo” porque uno nunca sabe el “maco” que le tenga el otro.
“Total, siempre va a ser así”, asegura, y al decir estas palabras demuestra que el cáncer del pesimismo invadió su espíritu, como también le ocurrió a miles de dominicanos.

Historia
¿Pero de dónde viene ese pesimismo? Para algunos está ligado al pasado histórico de República Dominicana y a su propio presente. Se podría pensar que la época colonial fue el punto de partida de lo que hoy se define como la faceta “negativa” del dominicano.
El historiador Tito Suero comenta que para 1590 existía en la isla una comunidad que asimiló acontecimientos históricos que la conformaron.

“Esas experiencias no fueron progresivas o por transiciones suaves y escalonadas. Muchas de ellas fueron bruscas, fuertes estremecimientos que, de ser superados, debieron generar a nivel colectivo una renovada fe en el destino de esa comunidad y un optimismo fortalecido, aunque resultó todo lo contrario”, asegura.

El pasado colonial presenta convulsiones históricas que no fueron asimiladas para convertirlas en fuerzas dinámicas impulsoras de un avance espiritual colectivo que hiciera elevarse la sociedad de ese tiempo sobre la adversidad. Algunas regresiones fueron encomiables, pero su magnitud no fue suficiente para constituir eslabones de una cadena que se moviera hacia adelante. “Las encomiendas, las epidemias y el trabajo forzado diezmaron la población indígena sin que el Sermón de Adviento o la rebelión de Enriquillo pudieran convertirse en enlaces de una continuidad progresiva en la que la mentalidad colectiva apuntara a un futuro social definido”, recuerda Suero.

Para el historiador la crisis del sector azucarero, la disminución de la importancia mercantil de la isla y el auge del contrabando representan convulsiones que “generan como reacción la lucha por la supervivencia económica que es uno de los pocos eslabones de continuidad en el devenir histórico de los dominicanos”.

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El sincretismo cultural es otro de esos enlaces de continuidad progresista.

“A pesar de los grandes calamidades sociales, económicas y naturales del siglo XVII, el pesimismo no parece haber tomado cuerpo en la conciencia popular. La lucha contra las invasiones francesas y contra la inglesa, así como la continuidad de una discreta actividad cultural en la universidad y en los parroquias, mantenían vivas la certeza y la esperanza en un futuro promisorio”, recuerda Suero.

El historiador destaca que a pesar de que este tratado y sus consecuencias positivas tuvieran acogida en las masas marginadas, la clase dirigente no monopolizó ese momento para incorporarlo a un plan progresista de nación que mantuviera el optimismo y fortaleciera la conciencia nacional del incipiente pueblo.

“La Reconquista y Palo Hincado fueron el eslabón que pudo retomar los senderos optimistas, pero la España Boba fue otra fuente de frustración y pesimismo que no dejó fluir, con la independencia efímera de Núñez de Cáceres frustrada a su vez por los 22 años de ocupación haitiana hasta que Duarte y los trinitarios insuflaron nuevos aires de optimismo a la nación que siguió una cadena interminable de frustraciones y pesimismo que prevalecen todavía”, afirma Suero.

Por fuera 
Para la psicóloga Ana Mirtha Vargas, el dominicano exhibe un pesimismo agobiante resultado sus fatídicos antecedentes históricos que se originan desde el descubrimiento ya que desde ese entonces ha lidiado con la esclavitud, dictaduras, abusos de poder y pobre desarrollo económico del país, junto con escasas oportunidades de educación intelectual y doméstica.

“Es el producto de los innumerables pensamientos derrotistas, desesperanza, desilusiones, frustraciones proyectos no continuados, ambiciones no alcanzadas y desilusiones”, señala.

Mientras que el sociólogo Ramón Tejada Holguín lo define como la tendencia a creer y actuar en función de que “la nación no posee la capacidad para construir un mejor futuro y lograr una sociedad menos desigual y basada en la búsqueda del bienestar de la colectividad”.

Rayos X 
¿Cuáles son las características que refleja el pesimismo? La psicóloga señala algunas: creencia de que todo va de mal en peor. Además la tendencia a ser quejumbrosos, reflejada en algunos refranes populares como “amolando y siempre boto”, “como el pan chiquito, esperando que se venda el grande” o “trabajando como un esclavo para vivir como tal”.

“El dominicano vive a la defensiva. Siempre está ‘chivo’ o le están haciendo una trampa. Piensa que lo de aquí nada sirve y lo mejor es lo que viene de fuera”, observa Vargas. “Cree que fuera de aquí va a encontrar la solución y progreso. Lo peor del caso es que existe una razón histórica que justifica ese comportamiento”, agrega.

Para el presidente de la Asociación Dominicana de Psiquiatría, doctor José Miguel Gómez, el dominicano se caracteriza por ser pesaroso, poco creíble, desconfiado, no planificar el futuro, gozar demasiado el presente, improvisador y con poca actividad critica frente a lo que le pasa.

“Vive cargado de prejuicios, tiene escasa capacidad de conceptualizar y poco empoderamiento, ya que le ha dado opciones a todo el mundo. Juan Bosch le llamaba ‘arritmia histórica dominicana’ al hecho de repetir lo mismo en diferentes épocas”, dice. Además, agrega que la desconfianza y la paranoia social ahogan al pueblo.

Para Ramón Tejada Holguín, entre algunas consecuencias de esta visión se encuentra el dejar todo en manos de una divinidad; el individualismo; la idea de que el dominicano es haragán, incapaz de respetar las leyes y de construir un futuro mejor; preferir las ideas y productos extranjeros; y creer que la otra persona optará siempre por hacer lo que no conviene al colectivo: “Esto se ejemplifica en el tránsito; no damos paso y violamos las leyes porque se parte del principio que esa será la conducta de la otra persona”.

Lo nuevo
A diferencia de tiempos anteriores, en la actualidad otros factores inciden en el llamado “pesimismo dominicano”.
La falta de apoyo a la educación, el incremento de la delincuencia, la pobreza, las deficiencias del sector salud y seguridad social, junto a la eterna crisis del sector eléctrico, se han convertido en los detonantes de este cáncer.

“La mayoría no tiene esperanzas en que estos problemas puedan solucionarse, y aunque aparentemente cree en las promesas que cada cuatro años le hacen los políticos de turno, en el fondo no visualiza un futuro mejor”, advierte Uribe.

De igual manera -un artículo publicado el diez de julio de 2010 por el periodista Frank Núñez- se explica que desde el 2003, luego de la corrida bancaria que arrasó con varias entidades financieras que lucían muy sólidas, ha surgido un nuevo pesimismo.

“Contrario a la clásica infravaloración de lo dominicano resumida por José Ramón López, Américo Lugo y Moscoso Puello, el pesimismo de ahora consiste en la falta de confianza en la posibilidad de que los problemas que nos afectan tengan alguna solución posible”.

Esto se evidencia en los resultados de la encuesta realizada para este reportaje a un total de 50 personas de clase media y baja, con edades comprendidas entre 20 y 50 años. De esa cantidad, 39 aseguran que los problemas de delincuencia y la crisis del sector eléctrico no tienen solución, aunque poseen la esperanza de que la situación mejore en las áreas de educación y salud.

La mayoría describe al dominicano como “trabajador”, aunque un importante porcentaje lo define como “vago” y “soñador”. De igual manera expresaron que desean un “gobierno democrático, pero con mano dura”.

Algunos señalaban que el dominicano es alegre, pero cuando ve “tres pesos se vuelve loco y pierde sus principios; por eso, cuando llega al poder, se vuelve corrupto”.

La mayoría considera que los problemas del país se solucionan con educación, oportunidades de trabajo e inclusión y respeto a los derechos humanos.

Esta situación ha sido reconocida por niveles superiores luego de que en una publicación del periódico Hoy, del 9 Julio de 2011, el presidente de la República, Leonel Fernández declarara que “el pesimismo ha sido una de las principales causas en la construcción de un futuro incierto en el país”.

Ahora 
¿Es siempre irremediable el daño? No, en la medida en que la voluntad política, el compromiso sincero con el futuro del país y todo lo que sea patriótico en el quehacer de su cúpula dirigente sea asumido por la población, por lo que esta no se sentirá defraudada y el pesimismo no se apoderará de ella.
Para Vargas, el mayor reto que tiene la nación es el hacer consciencia de la situación.
“Comprender que necesita ver cada obstáculo como un reto para alcanzar un proyecto trazado. Que  nosotros como pueblo podemos ser capaces. Que se pueden utilizar los talentos
para el progreso y la superación. Que cada quien descubra que sí puede y que se creen las oportunidades”, aconseja.

Mientras que Tejada señala que un desafío de la sociedad civil es acentuar el respeto por la institucionalidad y reconocer que los comportamientos negativos están en todas las esferas sociales.

“Apostar por la institucionalidad y el respeto por las leyes, predicando con el ejemplo, asumiendo nuestras responsabilidades y exigiendo nuestros derechos sería otro buen reto presente”, asegura Holguín. Agrega que otra meta sería aprender a criticar los aspectos negativos de los gobiernos, pero también a festejar los positivos.

Un reto del sector empresarial, según el sociólogo, sería asumir la inversión en el desarrollo propio, al entender que las ganancias que obtiene en el país de alguna manera deben reinvertirla en él, al reducir la evasión de impuestos.

Mientras que para el gobierno una meta la constituye el respeto a su propia institucionalidad.
José Miguel Gómez destaca que en la actualidad se necesitan actores sociales que se empoderen y gente se organice como fuerza social.

“Se deben articular reformas y proyectos educacionales para que podamos lograr en los niños y adolescentes un pensamiento más crítico y terminemos con los vestigios de un aprendizaje social de las dictaduras por más de 60 años”, dice. “Vivimos en una sociedad que no valora al ser humano en función de sus alcances intelectuales y sociales. Lo hace en función de lo tangible y lo que puedas mostrar”, agrega.

Mientras que Tito Suero menciona como desafío que el poder político le ofrezca a la población un ejemplo de compromiso moral con la construcción de una sociedad justa donde la corrupción no sea un referente obligatorio.

Mañana 
Como retos futuros para eliminar este mal, Vargas enfatiza la necesidad de crear oportunidades de avance.

Hacer programas de crecimiento personal, espiritual y económico. Además desarrollar la economía, formación en valores y que se hagan cumplir las leyes. “La mayor meta será que se cree un sistema mediante el cual se recupere la confianza, honestidad y se supere la crisis de valores para que emerjan seres humanos capaces de construir una nación digna y justa para todos”, puntualiza.

Para Gómez invertir un 6% del Producto Interno Bruto (PIB) en educación y un 2.5 en salud es lo que debe hacer a futuro la sociedad.

Otros desafíos que plantea lo constituye el aumento del gasto social para que la gente tenga más acceso al desarrollo; que se establezca un nuevo perfil e identidad del dominicano en el que se fortalezcan los valores y símbolos de la nación. También mayor inversión en la familia, para que no que sea una pistola o una ‘jeepeta’ las necesidades que legitimen el ser social.

“Que cambie, a través de la educación, el comportamiento, forma de ser y de pensar porque todavía encuentras que manera de actuar de muchos sectores bajos sigue siendo del siglo XIX”, explica.

Para Suero, el principal reto futuro consistirá en mantener lo que se haya logrado, porque un pueblo no puede negar sus conquistas sociales y políticas.

Objetivos 
La Unidad de Gobernabilidad Democrática del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) señala que el fortalecimiento de la gobernabilidad es un objetivo prioritario para alcanzar los objetivos del milenio en el país.
De acuerdo a esta entidad el cumplimiento de metas como la consolidación de la democracia, el fortalecimiento de los tres poderes públicos, la organización de la gestión y administración pública y la inclusión social y económica contribuirían a mejorar la manera en que los dominicanos enfrentan sus problemas como individuos y como parte de una colectividad.

En lo que “el hacha va y viene”, este cáncer afecta a muchos dominicanos, pero el que se sane o no es un deber de todos.

UNA ANGUSTIA QUE VIENE DE AÑOS  
La periodista Millizen Uribe -en su artículo de 2007 titulado “El pesimismo dominicano”– considera que esta corriente se evidencia en la falta de confianza en que los dominicanos puedan solucionar sus problemas por considerarse incapaces de vivir en democracia y de desarrollarse económica y socialmente.

De esa manera la percepción de los intelectuales y la clase dominante penetró el espíritu dominicano, lo que se constituye en “un bloqueo histórico para la construcción de un sentido de pertenencia y el establecimiento de lazos de solidaridad, debido a que las élites, construyeron su identidad a través de la negación del pueblo haitiano y de la herencia africana”.

A estas ideas se suma el fracaso del proyecto trinitario frustrado por los gobiernos de Pedro Santana y Buenaventura Báez, la anexión a España, la frustración de la revolución restauradora por las ambiciones políticas de rojos y azules, la intervención norteamericana del 1916, la dictadura de Trujillo, el derrocamiento de Bosch, la intervención del 65, los 12 años de Balaguer, el desencanto generado en el pueblo por la falta de soluciones a sus problemas, la prevalencia de referentes moralmente negativos, la falta de oportunidades para la juventud y la inseguridad.

DESDE LA PERSPECTIVA DE LOS EXPERTOS 
Hacia atrás 
En el siglo XIX, varios intelectuales alimentaron ideas pesimistas en torno a la nación. El escritor José Ramón López con su ensayo titulado “La alimentación y las razas”, en el que afirmaba que los campesinos de la República Dominicana “eran víctimas de un régimen de alimentación deficiente, lo que acarrea como consecuencia la reducción de sus capacidades físicas y mentales, y por esta razón son seres que se acercan a la animalidad, a la vida vegetativa y a la decadencia”.

A las ideas de José Ramón López siguieron los planteamientos externados por los investigadores Federico García Godoy, Francisco Henríquez y Carvajal y Américo Lugo.
Más adelante los expertos Manuel Arturo Peña Batlle, Francisco Eugenio Moscoso Puello, Enrique Patín Veloz y Antonio Zaglul opinaron sobre el tema.

Este último aseguraba que el dominicano era un individuo depresivo con tintes de paranoico. “La depresión lo lleva a infravalorar todo lo que sea dominicano y la paranoia le crea un complejo de persecución.
El sentirse perseguid
o genera en él la inhibición y la desconfianza o el temor al “gancho”, a ser víctima de un ultraje de cualquier índole”, expresaba.

Texto original: Retos presentes y futuros de la República Dominicana